14.1.07

¡Qué bonito es Turavia!

Nos hallábamos en el salón de casa de mi abuela toda la familia reunida. Acabábamos de comer. Veíamos no sé qué programa, aunque sospecho que era algún programa del corazón. Sorteaban un viaje para dos personas a alguna playa paradisíaca del Caribe entre todas las personas que contestaran de qué torero era viuda una conocida tonadillera española. El programa y el premio estaba patrocinado por Turavia, un conocido Touroperador español.

Las imágenes eran de lo más agradables: aguas cristalinas, palmeras cocoteras y hamacas sobre la arena blanca. Una voz masculina describía el paraíso: un hotel de cinco estrellas en una isla caribeña para aquél que mandara por correo postal la respuesta acertada —la fiebre del móvil aún no había llegado a este país—. Afuera llovía y todos refugiamos nuestros problemas en ese pedacito de anuncio.

Mi abuela suspiró…—Ay, ¡qué bonito es Turavia!—