
Como decía, era otro gran día en casa de la abuela. Aquella mañana la tele no estaba encendida, probablemente estaba estropeada pues siempre comemos con la tele de fondo en casa de la abuela. Con cara de consternación nos contaba mientras comíamos una de las noticias trágicas del día. Había explotado un transformador y al menos 300 personas habían muetro. —¡Menuda explosión!— exclamó mi madre, aunque no le dio mucha importancia, pensando que quizás la explosión habría provocado un incendio. Seguíamos comiendo y mi abuela seguía poniéndonos al día de las noticias.
—Pobres…lo peor de todo ha sido que los que han sobrevivido a la explosión han fallecido porque se les han comido los tiburones.—
—Qué raro…—pensamos algunos de nosotros. Pero no le dimos más importancia y seguimos degustando las delicias de casa de la abuela.
Por la noche y nada más encender el televisor se encadenaron una serie de llamadas entre carcajadas a todos los miembos de la familia. Muchos de vosotros ya habréis adivinado que no fue un transformador lo que explotó…sino lamentablemente había explotado un transbordador.